Selva Almada rescata del olvido, tres femicidios que permanecen impunes
- estacionchilecito
- 26 feb 2021
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Por Leticia Pogoriles. Publicado en telam.com el 13 de mayo de 2014
La autora empezó a escribir "Chicas muertas" en noviembre de 1986, cuando con sólo 13 años escuchó en la radio que habían matado a otra adolescente en su pueblo. El libro encadena tres historias de jóvenes asesinadas en los 80, tres muertes impunes cuando la palabra femicidio aún no existía.
Andrea Danne tenía 19 años cuando fue asesinada a sangre fría en su casa de San José, en Entre Ríos. Alguien entró a su dormitorio en una noche de tormenta y le clavó un puñal en el corazón, su madre la encontró y, enseguida, muchos vecinos acudieron a la escena del crimen mientras el cadáver aún se desangraba. El asesino nunca fue encontrado. María Luisa Quevedo, de 15 años, fue asesinada el 8 de diciembre de 1983 en la ciudad chaqueña Presidencia Roque Sáenz Peña. Su cuerpo, violado y estrangulado, estuvo desaparecido unos días hasta que lo hallaron en un baldío en las afueras. Nadie fue procesado por su crimen. Con sólo 20 años, Sarita Mundín desapareció el 12 de marzo de 1988, sus restos -aunque no hubo certezas de que fuera ella- aparecieron el 29 de diciembre de ese año a orillas del río Tcalamochita, en Villa Nueva, Córdoba. Tampoco hubo un culpable. El común denominador de "Chicas muertas" (Literatura Random House) es que "son casos de mujeres asesinadas en los 80, anteriores a María Soledad (septiembre de 1990), en pueblos pequeños de provincias que no llegaron a la plana nacional, que nunca se resolvieron y donde sobrevuela la pregunta: ¿qué hubiera pasado si la gente hubiese participado?", cuenta Almada a Télam.
En los 80, década en la que sucedieron estos asesinatos, el término `femicidio` no existía. "No estaba tipificado, eran crímenes pasionales, buscaban a un amante despechado, a un novio celoso o que las hace desparecer", agrega. Y es en ese punto donde Almada se detiene: "No existía la noción tan clara de lo que es violencia de género. Por eso escribí los casos entrelazados. Hice memoria de cómo vivía yo o hasta dónde me daba cuenta que existía violencia de género". "Porque -retoma- también las niñas sufrimos violencia de género. En perspectiva, se vivía con una naturalidad que, desgraciadamente todavía pervive. Sabíamos que el tipo le pegaba a la esposa o que el novio la amenazaba con prenderla fuego y nadie decía nada. Se habla de la pasividad y la naturalización de eso". Y escribe en un fragmento: "No sabía que a una mujer podían matarla por el solo hecho de ser mujer, pero había escuchado historias que con el tiempo fui hilvanando". Ella no sólo revive la memoria de tres casos olvidados -salvo por algunos familiares que luchan y lucharon por el esclarecimiento- sino que son punta de lanza para repasar historias de mujeres golpeadas, violadas, maltratadas, estigmatizadas, mujeres con miedo, amenazadas -como ella misma- ante una situación violenta, chicas sin voz. Y pueblos, callados o que murmuran. "La base de todo es la sociedad patriarcal y una educación que sigue reproduciendo ese mismo patriarcado. A veces son pavadas, pero se van acumulando y se sigue replicando la misma estructura misógina", advierte.

Almada (Entre Ríos, 1973), autora de las novelas "El viento que arrasa" y "Ladrilleros", logra con "Chicas muertas" consolidarse como una narradora de no ficción que, con un lenguaje literario intenso, le imprime al libro un rumbo investigativo preciso donde entrelaza todas las violencias contra las mujeres. El libro arranca con una primera imagen, ella está en su casa de Villa Elisa, en Entre Ríos, su padre prepara un asado y la radio de LT26 Nuevo Mundo suena de fondo. De repente, el recuerdo se hace intenso: anuncian la noticia del asesinato de una adolescente, ahí nomás, a 20 kilómetros de su casa. Tras años de investigación -que concluyó en 2010- y casi como un grito anudado en la garganta, escribió este libro. "La historia de Andrea Danne siempre me volvía. Era algo pendiente. Esta historia merece que se cuente de verdad, con una investigación y con entrevista, luego fortuitamente apareció el caso de la chica de Saenz Peña y el de Sarita, de Córdoba, lo busqué". La tarea de investigadora llevó a Selva a estar horas parada en juzgados, decenas de llamadas sin contestar, desencuentros, viajes, silencios familiares, una humilde madre (de Sarita) que sigue buscando justicia, un hermano (que acaba de morir) que luchó incansablemente por la memoria de María Luisa, un novio que todavía llora a su chica. La trama también revela policías cómplices, policías brutos, una jueza que sigue pensando en el caso Danne, otros jueces más herméticos, videntes que ayudan, padres sospechados, y datos en los expedientes que todavía no cierran. "Ojeando la causa de María Luisa vi que había otros dos sospechosos, muchachos de buenas familias del pueblo que, después del crimen, se habían ido a vivir a Estados Unidos y nunca más volvieron. No es un dato menor. Nadie fue a averiguar por qué se fueron", dice la autora. También, en los tres casos hay otro patrón. "La falta de acción fue porque eran mujeres pobres. María Luisa era mucama, Sarita era prostituta -nadie se preocupa por esclarecer el crimen de una prostituta- y Andrea era de clase media baja y no tenía los medios económicos para que alguien le prestara atención", subraya. Lo que queda, tras las muertes, "son familias devastadas por una muerte violenta, sin saber quién fue el culpable y en pueblos donde probablemente siguen cruzándose con los responsables". Con un relato entramado, Almada rescata "las historias de tres chicas que quedaron en esos pueblitos, muertes tempranas y nada más. De hecho, dice con pesar, en Saenz Peña, la mayoría de la gente no se acordaba del caso de María Luisa". "Quise escribir el libro por una cuestión personal para cerrar esa muerte que me impactó. Fue una revelación que me llevó a prestar atención al maltrato hacia la mujer, a la violencia más solapada, doméstica y minúscula, que no llega a convertirse en un femicidio pero está como una gota oradando la piedra", afirmó. El caso Danne, concluye, "me hizo abrir los ojos, fue un primer golpe para pensar desde otro lugar. Ahora tengo 40 años y, a diferencia de las miles de mujeres asesinadas, sigo viva. Tengo que pensar que es sólo una cuestión de suerte".
Nota del editor: Una versión del libro en formato epub se encuentra disponible en la red en: http://www.epet3.edu.ar/pampint/file/Tpampin2911.pdf
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