La fundación equivocada
Por Ricardo Mercado Luna. Fragmento de su libro La Rioja de los hechos consumados, La Rioja, 1997, Editorial Canguro (reproducido en elriojanazo.com.ar)
Desde el instante mismo de su fundación, La Rioja fue una ciudad de hechos consumados. Ramírez de Velasco, alucinado por la leyenda del oro del Famatina, destrabó todos los obstáculos del proyecto impulsado por “la fiebre de la riqueza fácil” y ajustó su equipo mental con proa hacia el poder y la gloria que le daría el hecho histórico de fundar una ciudad con pie de oro, con horizonte de oro, con futuro interminable de oro.
Partió de Santiago del Estero el 24 de Marzo de 1591; seguro, confiado. No venía para acometer una empresa común hecha de labranzas, siembras largas y largas esperas. Venía sólo para cosechar, venía para transformarse en minero.
El 10 de Mayo de 1591 entró en el valle del Yacampis. Lo recorrió. Le gustó. Estaba convencido de encontrarse en las cercanías del Famatina, así que no era la cuestión de demorarse con mayores reconocimientos: diez días fueron suficientes para elegir el lugar preciso. Lo encontró un poco más abajo “en un nivelado y plácido llano, con brillantes cielos y clima cálido”. El 20 de Mayo de 1591 procedió a fundar la ciudad con el marco del cerro al Oeste. Todo estaba bien, sólo que ese cerro no era el Famatina, precioso guardián de metales, sino otro, que por no tener nombre tomó el del fundador equivocado.
La historia ya tiene extendidas certificaciones claras y concluyentes acerca de la intención minera que animó a la fundación de La Rioja. Más aún, es probable que antes de la gestión de Ramírez de Velasco se tuvieran noticias de los yacimientos del Famatina. Y hasta es posible que algunos españoles ya hubiesen conocido con anterioridad esta comarca. Asimismo, la historia ha dejado sentado como cierto, el hecho de que Ramírez de Velasco equivocó el asiento de la ciudad “pues su propósito había sido levantarla cerca del cerro Famatina y no al pie del que más tarde llevaría su nombre , que está vacío de metales”. (1)
Finalmente, la historia también tiene comprobado que recién un año más tarde, en la entrada que el fundador lleva a cabo en la zona del Famatina, se entera de que allí, y no en el valle del Yacampis, existían yacimientos auríferos y argentiníferos. (2)
Lo cierto es que por apresuramiento, por error de cálculo o por lo que haya sido, la ciudad de La Rioja se fundó donde se fundó y no donde se había proyectado. Pero lo hecho, hecho estaba. No pudiendo ser mineros prósperos – aunque Velasco haya sido considerado el primer minero de La Rioja (3)- los nuevos pobladores se resignaron a ser agricultores. “Para eso disponían de tierras con riego y abundante mano de obra gratuita de indios numerosos y todavía obedientes”. (4)
Agricultores por fuerza de las circunstancias, los conquistadores locales muy pronto trocaron su resignación por entusiasmo: Los hilos de agua que bajaban de ese cerro que los engañó parecían suficientes. Y los brazos de esclavos descubiertos, si bien no reemplazarían a la plata y el oro ansiados, contribuirían sin duda a lograr la riqueza fácil que buscaban. De todos modos esta sería “la mejor ciudad de todas las Indias”, según aseguraba Ramírez de Velasco.
… Y en un tiempo pareció que lo era, al menos en palabras del Carmelita Vázquez de Espinosa, por ejemplo, que en el año 1625, contemplando sus naranjales, su gran frescura y verdura, sentía “haber arribado al paraíso”. (5) Sin embargo, pocos años después de aquella descripción, otros testimonios vinieron a correr el telón de la visión paradisíaca, para descubrir una realidad distinta, producto de privilegios sobre la tierra, apropiación de esclavos por parte de los poderosos y adjudicación de riego a algunos pocos “quebrando la repartición por partes iguales”.
La otra Rioja, la de la sequía y de las disputas porque “nunca sobra gota de agua”, aparece instalada ya al iniciarse la década del 1680. (6) De allí para adelante, los clamores por la falta de agua serán incesantes. El desvanecido sueño minero, consolado por el sueño sustituto de la ciudad agrícola, será interrumpido varias veces. No sólo por la escasez del agua, problema de por sí grave, sino también por causa de las guerras – la de la resistencia indígena primero y la de los ejércitos portuarios después - que hollaron y destruyeron sin miramientos las tierras pacientemente cultivadas. Y eso no es todo. Los insistentes sembradíos añadirían todavía un eslabon más a su cadena de frustraciones: el alejamiento de las lluvias, ahuyentadas por la tala indiscriminada de los bosques.
Hoy, cuando bandadas de guardapolvos blancos se desparraman alegres festejando improvisados asuetos por falta de agua en las escuelas, se patentiza hasta qué punto La Rioja – sin minerales y con sed – está donde no debe estar. Pero ella fue fundada por Ramírez de Velasco aquí donde está. Y eso es un hecho consumado, el más antiguo de los hechos consumados.
“Parece indudable que la fundación de La Rioja obedeció, primordialmente, a una intención minera” expresa por su parte Efraín de la Fuente, para agregar después: “El hecho de que La Rioja haya sido levantada en un sitio diferente al señalado por Matienzo, en manera alguna representa desacuerdo con su plan. Más adelante, tendremos oportunidad de ver que Ramírez de Velasco estaba convencido de haberlo hecho en la vecindad del Famatina” (Manual de Historia y Geografía de La Rioja, T.I. pág. 36).
Con citas del tomo 3, pág. 337 de la “Nueva Crónica de la Conquista del Tucumán” de Roberto Levillier, Félix Luna llega a la misma conclusión y añade: “De todos modos, si el fundador erró en unas cien leguas a su ubicación, no dejó por ello de ratificar su fe en el porvenir de su más cara creación” (“Planes para La Rioja Colonial).
Citas:
(1) Félix Luna: “Planes para La Rioja colonial” (2) “Desde los comienzos del descubrimiento el nombre del Famatina estaba asociado en la conciencia de los españoles a la riqueza minera” (Bazán Armando, “Historia de La Rioja” Plus Ultra, pág. 57) (3) Carlos Vallejo - con citas de Levillier y transcripción de cartas de Ramírez de Velasco- sostiene que éste no sólo descubrió sino que trabajó las minas del Famatina. Su interesante monografía concluye de esta manera: “Creemos haber probado que Ramírez de Velasco fue el primer minero y Bartolomé Navarro su ayudante” (“Los primeros mineros de La Rioja” Revista de la Junta de la Historia y Letras de La Rioja, Año IV, N°3, 1945, pág. 87 y sigts.) (4) Bazán Armando: Op. Cit. Pág. 81 (5) En “Una desconocida descripción de La Rioja Colonial” de Félix Luna (Revista de la Junta de la Historia y Letras de La Rioja año 1944, N°1, pág. 109 a 111) se transcribe por primera vez la descripción que hace de La Rioja el Carmelita Vázquez. Miguel Bravo Tedín en la “Historia del agua” reproduce íntegramente esta descripción, circunstancia que ahora nos permite a nosotros circunscribirnos a la siguiente acotación: El tono poético de la descripción del Carmelita, abruptamente deja de serlo cuando suministra el número de residentes españoles: apenas 250. (6) En la revista “Jurisprudencia Riojana” (N°31 Nov/Dic. 1974) se glosa una denuncia elevada al Rey el 28 de Mayo de 1782 y atribuida a un Toledo Pimental y Olmos de Aguilera. En ella, como lo hace notar Félix Luna – autor de la nota – “se ventilan cohechos, abusos y arbitrariedades”. En lo que concierne a la cuestión del agua, se consigna: “El gobernador no solamente no resolvió nada cuando el procurador de la ciudad planteóle la usurpación realizada por los jesuitas contra los bienes comunales, sino que dio a la Compañía de Jesús agua del rio, no pudiéndolo hacer por iguales partes que tanto lleva el último como el primero, y así y todo nunca sobre gota de agua, más antes con las secas se han perdido muchas chacras”. Sobre los pleitos por el agua y la real magnitud de este problema, Miguel Bravo Tedín suministra valiosa documentación. (“La Historia del Agua en La Rioja” Editorial Lerner, Cba. 1991)
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