“Foodie Love”, de Isabel Coixet: Menú afectivo para sibaritas
La cineasta catalana, ganadora de ocho premios Goya con sus películas, cuenta el proceso de su primera serie. Un recorrido por restaurantes del mundo, que indaga en dos formas del deseo: amar y comer.
Por Roger Koza. Publicado en Revista Ñ el 27 de noviembre de 2020.
La intimidad y aquello que la constituye ha sido la constante del cine de Isabel Coixet. Basta recordar Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, dos títulos que en la Argentina conquistaron admiradores, para corroborar una inquietud ubicua en la trayectoria de la cineasta española, que en ocasiones sí desvía su atención a cuestiones políticas (Escuchando al juez Garzón), y cuya voz no pasacida desaparecida en ciertos debates, como recientemente sucedió a propósito de su oposición al referéndum sobre la independencia catalana.
Ahora, lo íntimo -y no lo político- predominantemente enteramente en Foodie Love, su debut como guionista y directora de una serie para HBO. Su primera temporada cuenta con 8 episodios de media hora cada uno, excepto el último, algo más extenso. La cineasta catalana es eso, una cineasta, y si bien las series no son cine por otros medios, he aquí un híbrido: una película en capítulos.
–En Foodie Love se yuxtaponen deseos: se quiere amar, también comer, dos movimientos para apaciguar una sensación de falta. Para ambos, la serie agrega la relación de todo esto con el mundo de las aplicaciones. ¿Cómo amar?
–Hay unos versos de Los cantos de Maldoror, de Lautréamont, que me fascinan: un paraguas y una máquina de coser están reunidos en una mesa de quirófano, y de estos tres elementos que no tienen mucho que ver, nacen las cosas. Cuando empecé a pensar la serie estaba en Nueva York. Tenía muchos amigos y amigas que empleaban Tinder. La avidez por conocer personas parecía una bulimia sentimental. Pensaba que toda esta cuestión de encontrarse con gente afín, gracias a un algoritmo y unas variables, tenía una dimensión desesperada. A su vez, comer tiene para mí un sentido por descubrir lugares. Es siempre una conjunción entre el ambiente, la luz, la comida y los camareros, lo que constituye un mundo que me interesa, al margen de la calidad de los platos.
Guillermo Pfening y Laia Costa en "Foodie Love". Su periplo amoroso recorre restaurantes de distintas partes del mundo
Imagino que le debe haber suscitado atención la equivalencia que existe entre la preparación de las comidas y las escenas, o entre una dietética y una estética. En ambos casos, se trata de combinar materias posibles. ¿Tuvo en cuenta esta especie de duplicación entre los actos de filmar y cocinar?
–Sí, es cierto que son dos actos que comparten ciertos paralelismos; la diferencia es que como cineasta el deseo reside en que el resultado permanezca, más allá del consumo. Yo no cocino, pero sí entiendo que la dosificación de ingredientes, condimentos y tipos de cocción es fundamental, y la analogía para el cine es la misma.
–Resultan ostensibles el tiempo de las escenas y la atención otorgada al placer de las comidas. No siempre en el cine y las series existe el tiempo para mostrar esa experiencia sin apuro.
–No me propuse rodar de una manera diferente porque se trataba de una serie. El tempo interno de las secuencias y la dosificación de los silencios, los acercamientos y los alejamientos son propios del tiempo del cine. También hay algo de la alta cocina, pues se requiere un tiempo y se busca tocar al espectador-comensal. Hay, además, referencias literarias y cinematográficas que desconocen el destino televisivo. A medida que la serie avanza, se añaden más referencias cinéfilas. La mitad de la audiencia no las reconocerá, pero quizás les dé curiosidad y las busquen luego.
–En sus películas hay un interés por la palabra. Los signos son también nutricios. En gran medida, todo se resuelve en la intimidad y aquello que la define: la literatura, el amor y ahora las comidas. ¿Cómo observa Foodie Love a la luz de sus películas, aunque se podría postular que todo esto es una película vestida de serie?
–Y, sí, la estructura tiene mucho de lo que he hecho en cine. Mi segunda película, Cosas que nunca te dije, está bastante presente en Foodie Love : a veces nos definen más las cosas que no contamos ni decimos que aquellas que sí decimos. Por ejemplo, las mentiras que proyectamos, las mentiras que nos contamos a nosotros mismos para mentir a los otros mejor. La experiencia de no encajar y el reconocimiento de las propias derrotas están también en la serie. Tiene algo autobiográfico, y reflejado en los dos personajes: lo aprendido, lo desaprendido y lo no aprendido de las relaciones con las personas, los múltiples grados que comporta una relación amorosa a través de algo tan concreto como la comida y el placer.
–El formato serie impone restricciones. Los picos dramáticos son diferentes porque los tiempos son otros. ¿Cómo percibió la dosificación de la intensidad dramática?
–Me costó entrar en el despiece de los capítulos, es decir, en los guiones. Un capítulo tiene que acabar de tal forma que la audiencia tenga el deseo de ver el que sigue. Y me consta que hay muchísima gente, en Italia y en Rusia, en Japón o en Polonia, y en España, sin duda, que han visto la serie un capítulo tras otro, como un todo. Un parque temático Coixet. Los guiones tenían que durar más o menos 30 minutos; en verdad duran lo que tienen que durar y el final es más largo.
–No puedo dejar de preguntarle por Guillermo Pfening, debido a que se trata de un actor argentino, cuya ductilidad no es para nosotros ninguna sorpresa. Si bien es cierto que la serie trabaja con un imaginario global, ¿por qué escogió a un actor argentino?
–Soy una de las productoras de la película de Julia Solomonoff, Nadie nos mira. Recuerdo leer el guión y decirle entonces que necesita un actor increíble para ese papel. Ella me mostró entonces un clip de Guillermo y le dije: “Este tipo es la hostia”. Me parece uno de los mejores actores con los que he trabajado y yo he trabajado con los mejores, con ganadores del Oscar y Palma de Oro en Cannes. Hay tres cosas fundamentales para trabajar con un actor: que no tenga problemas en ser vulnerable, que no sienta vergüenza y pueda mostrarse en carne viva y que sea capaz de reírse de sí mismo. Y que todo esto pueda hacerlo sin apelar a lo que yo llamo “factor Daniel Day-Lewis”. Cuando veo a Day-Lewis veo su esfuerzo. Sí, sé que es muy bueno, pero no es lo que busco. Yo busco un grado de verdad que no tiene nada que ver con la honestidad. Es una verdad íntima, personal y construida, pero al expresarse luce genuina; Guillermo tiene eso. Ni tuve que hacer el casting. Vi Nadie nos mira y supe que era él. ¿Es argentino? Sí, no importa, acá tengo muchísimos amigos de la Argentina. Y luego, lógicamente, la duda pasaba por la relación de los dos protagónicos: ¿cómo se iban a llevar él y ella? ¿Qué van a destilar? Laia Costa y Pfenning se conocieron una semana antes de empezar a rodar. Y fue una maravilla. ¿Cómo se iban a llevar él y ella? ¿Qué van a destilar? Laia Costa y Pfenning se conocieron una semana antes de empezar a rodar. Y fue una maravilla. ¿Cómo se iban a llevar él y ella? ¿Qué van a destilar? Laia Costa y Pfenning se conocieron una semana antes de empezar a rodar. Y fue una maravilla.
Reseña de Foodie Love: El amor se sirve mejor tibio
En la primera cita de un encuentro amoroso, y aquí no reviste grandes modificaciones si los pormenores del evento obedecen a las predicciones del astrólogo de la aldea, un acuerdo entre nobles, la coincidencia azarosa en un recinto o el algoritmo de una aplicación –como este caso–, las impresiones iniciales son casi decisivas. Llámese reconocimiento repentino, transferencia psicoanalítica o predestinación metafísica, hay algo profético en el cruce de miradas y en la percepción sonora de la voz de quien puede ser un amor. En ese golpe de vista se prefigura un porvenir. Los signos del otro constituyen una posibilidad, una promesa de felicidad.
El primer capítulo de una serie, como sucede también en menor medida en la intuición originaria frente a la primera secuencia de una película, glosa un tono, una perspectiva y un posible despliegue. En "Solo un café", el primer episodio de Foodie Love , se lee un holograma del todo: la química enrevesada de los personajes (no de los actores, que es evidente), las taras psicológicas de él y ella, la posición libertaria frente al amor por parte de Isabel Coixet, las operaciones de montaje para dar a conocer el pasado de cada uno de los miembros de la futura pareja (el empleo ubicuo en todos los capítulos para citar la memoria de ella en la textura del cine en súper 8, y de él en grabaciones caseras de video analógico), los modos en los que las tecnologías de la comunicación inmediata modulan las conductas. En esto último, particularmente, Coixet se las ingenia para transmitir desde ese comienzo cómo los movimientos del pensamiento se asemejan al mensaje de texto.
Antes del primer beso, Foodie Love indaga con precisión y obstinación en todos los ajustes que se ponen en juego en la psicología amorosa. La llegada del primer beso tiene el mérito equivalente a lo que sucede en un episodio cualquiera de un relato de suspenso. ¿Cuándo llegará? A diferencia de lo que pasa con otros personajes, incluso si se trata de una veterana casada capaz de chaparse a un desconocido en el mismo bar en que están los protagonistas (gran aparición de la actriz y directora francesa Agnès Jaoui, en el segundo episodio) , el momento del beso y la felicidad entre las sábanas se trasladan meritoriamente a mitad del camino, aun cuando muy temprano ella le confiese su gusto por las nalgas de él. El resto es lo de siempre: los tiempos del amor y las peripecias nunca son muy distintos, y la diferencia aquí reside en enlazar el enamoramiento a las comidas ya los viajes,
El pluralismo dietético y estético a tono con nuestro tiempo (sin prescindir por ello en ciertas ocasiones de recursos propios del cine moderno) no dejan de estar al servicio de un viejo mito: el amor romántico aún pervive en la época de las citas que se planean como si fuera todo un menú; la incredulidad reinante aún no fagocita ni deshace las discretas utopías del corazón.
Comments