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Café y Queso: una combinación para sibaritas




El queso le queda bien a todo, incluso al café. Este maridaje perfecto, pero poco conocido, es sin duda una sorpresa cuando llega a la mesa. El café es una de las bebidas más populares del mundo. Caliente o frío; en grano, cápsula o molido, tiene adeptos por el mundo entero y es la segunda bebida más consumida después del agua.

Los más prestigiosos baristas concluyen que este néctar milenario es un compañero ideal para el queso porque corta su salinidad y limpia el paladar dejándolo listo para degustar el próximo bocado. Al principio puede sonar extraño, pero luego cobra sentido cuando la acidez de uno y la cremosidad del otro se potencian en el paladar y explotan en la boca.


No es necesario ser un experto para disfrutar de esta experiencia, solo hace falta conocer algunas reglas generales para vivirla como un profesional.

Si el café es de tueste suave, cuerpo ligero y acidez alta, lo recomendable es combinarlo con quesos cremosos como el Brie o el Camembert. Si preferís el queso azul, un café de acidez media es el acompañante perfecto para darle un toque distintivo a su sabor fuerte.

Para el café de tueste oscuro, con buen cuerpo y menor acidez, el Raclette y el Emmental son excelentes opciones.

Ahora bien, si sos un amante de los quesos ahumados como el Mimolette añejado o un Comté, o los quesos semigrasos madurados, como el Parmesano, éstos alcanzan su máximo esplendor acompañados por una taza de café de acidez elevada. Por su parte, los quesos con notas dulces como el Gouda o el Ricotta se amalgaman mejor con un café de acidez baja.



Rarezas gastronómicas con sello francés

¿Quién no ha caído en la tentación de mojar la medialuna en el café? Visto por algunos como de mal gusto y por otros como un momento mágico, lo cierto es que es una costumbre francesa que sobrepasa los límites de la patisserie y alcanza el mundo de los quesos. Tal es así, que en Francia “sopear” el queso en un humeante tazón de café es una vieja tradición.

En el norte francés, el café matutino se sirve junto a un delicioso trozo de queso llamado Maroilles, popular por su intenso sabor y su fuerte aroma. A diferencia de la aristocracia parisina que acompañaba sus desayunos con pan y mermelada, los norteños lo hacían con este queso, una costumbre que nació entre la clase trabajadora minera y que hoy se convirtió en un hábito delicatessen que sólo los más arriesgados pueden disfrutar.


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