Excurso sobre “EL INTERIOR”
- estacionchilecito
- 20 nov 2020
- 10 Min. de lectura

Existen diferentes maneras de expresar la lejanía. Hablar de lo lejano, en un país de las dimensiones espaciales de la Argentina, puede incluso resultar un sin sentido. Las distancias contribuyen a que percibamos que todo está lejos, y en verdad …. estamos lejos, y lo estuvimos siempre, aún cuando la pandemia puede haber contribuido en unos y otros a hacer más crítica aún esta lejanía.
Lo lejos puede ser definido como la “vista o aspecto que tiene alguien o algo mirado desde cierta distancia”. Lo lejano es distinto, es algo “ligero, liviano, leve”, algo que se deforma a través del prisma de nuestra mirada, que no nos es fácil asirlo y por lo tanto comprenderlo.
La Argentina es un país de grandes distancias, pero sobre todo de grandes lejanías. No es sólo su dilatada extensión territorial lo que la caracteriza, sino las dificultades que impiden consolidar su integridad ontológica.
Lo que la liviandad del discurso mediático intenta imponer se diluye ante la contundencia de las cicatrices de nuestra historia. Marcas con formas de grietas arcaicas que surcan nuestra experiencia invertebrada de gigante macrocéfalo.
Así, desde el núcleo de esa macrocefalia, EL INTERIOR es ese espacio cuasi amorfo que está allá ….. lejos, pero al mismo tiempo lejano. Al que se le reconoce una existencia diría, …como petrificada en lo cultural y simbólico, pero poco se conoce de sus vivencialidades, de su especificidad, de su diversidad, de sus dificultades, es decir, al que no se termina de comprender.
Les comparto e invito a la lectura de dos artículos que he rescatado entre mis papeles. Ambos refieren a ese objeto de análisis común sobre el que vengo discurriendo en los párrafos anteriores, y han sido escritos por dos intelectuales reconocidos, Ana Camblong y Carlos Altamirano, y oportunamente publicados por la Revista Ñ, para sorpresa, con siete años de diferencia entre uno y otro, lo cual considero es saludable …… la Argentina dispone de una vitalidad que invita a que sea pensada y discutida.
¿Dónde queda allá ité?
Por Ana Camblong- Editado en Revista Ñ, 27/05/2006
La pregunta requiere, antes de cualquier respuesta, una traducción. El giro “allá ité” es un ensamble de español y guaraní de uso coloquial. El vocablo guaranítico aporta en su breve irrupción, una potencia enfática que presta a la frase una intensidad singular para los que la empleamos. La otra variante de la traducción podría ser el alargamiento de las vocales, típico de nuestro dialecto, para decir allá leeeeeejos. No necesitamos precisiones de medidas, sabemos que ese modismo alude al colmo de las distancias. Pero, ¿desde dónde hablo?, desde una provincia, Misiones, dice el nombre de antigua resonancia jesuítica, ubicada en los bordes de la cartografía nacional.
Su carácter fronterizo entre ríos internacionales –para nosotros amigos íntimos- la convierte en un territorio de pasajes, de tráfico perpetuo y de ajetreos simbólicos enrevesados, complejos y mixturados. Un mundo dinámico en el que se manejan varias monedas, distintas lenguas, más de una documentación personal, se compra y se vende, se llora y se ríe, se ama y se odia en movimientos continuos de un lado al otro.
En el hábitat fronterizo las diferencias, la diversidad y los mestizajes son el pan nuestro de cada día: tensiones ideológicas, prejuicios y estigmas se entrelazan con simpatías ancestrales, afecto comunitario e idiosincrasia local reconocible a la legua por los de aquí nomás. Estamos pues bosquejando “otro mapa” en el que anida y se agita el irónico tufillo paradójico: lo que para el centro es exótico, para nosotros familiar; lo que para el Estado-Nación es extranjero, para nosotros, vecino; lo que las gramáticas distinguen, nosotros lo usamos mezclado, pues también en el habla atravesamos fronteras, y a la vez, las fronteras nos atraviesan en continuidad.
Como se podrá apreciar, nuestros diagramas emblemáticos resultan extravagantes y desorientan las brújulas del poder concentrado en la metrópoli. Nosotros estamos allá ité respecto del nodo soberano, una distancia indefinida, variable pero cierta, de los lugares de decisiones políticas, económicas y socioculturales. Nuestra ubicación parece bastante desubicada para el centro, dado que si pertenecemos al “interior” del mismo país, no se entiende por qué persistimos en esta “excentricidad” que altera los planes, los humores y las consignas que bajan desde “allá ité…”.
Había una vez un lugar selvático en el que vivían diferentes parcialidades de la gran población guaraní: expertos cazadores, guerreros nómades, sabios curadores de males del cuerpo-alma, conspicuos conversadores, cultivadores del lenguaje y las cosmologías. El coloniaje español libró con estos indomables una contienda secular que tuvo su logro más contundente en la estrategia jesuítica, cuyas “reducciones” disciplinaron a los irreductibles. No obstante, permanecen con nosotros los mbya, valiente, pertinaz pueblo superviviente a los avatares del exterminio que exige hoy sus derechos humanos, económicos y culturales. Aquella existencia originaria fue retrocediendo hacia lo inexistente, pero se mantiene firme en la vigencia del guaraní, y a la vez respira con nosotros en la cadencia de nuestro fraseo, en la pronunciación del español, en el acervo mítico y farmacológico, en nuestros paisajes imaginarios y en el biorritmo de nuestras experiencias cotidianas. Las invasiones, la prepotencia y las violencias del “hombre blanco” no han podido, ni pueden hoy, abolir esta impronta guaranítica de nuestra idiosincrasia.
Así, entonces, las operaciones de ocupación española y portuguesa se cumplieron con tensiones irregulares e intempestivas que nos acostumbraron a vivir en una zona de tránsito y disputa, entre dos lenguas que la gente cambia y mezcla con familiar facilidad. Después de las revoluciones y la instalación de los Estados nacionales, nuestro hábitat fronterizo permaneció en calidad de “territorio nacional” hasta 1953, tardía fecha en que se convirtió en “provincia”. Durante esta dilatada etapa territorial, apéndice monitoreado desde “allá ité” con absoluta arbitrariedad y por qué no displicencia, se gravó en nuestra memoria el ejercicio del poder desmesurado, la depredación extractiva de nuestros recursos naturales y la explotación humana, el saqueo y la apropiación de latifundios por parte de ilustres apellidos, otros no tanto, pero igualmente abusivos. En el transcurso de estos tiempos endo-coloniales, desde el centro se decidió que en aquellos parajes de allá ité, “deshabitados” había que poblarlos con inmigrantes europeos de diferentes nacionalidades: polacos, ucranianos, alemanes, rusos, suecos, suizos e italianos. Tanto los que llegaron como los que ya estaban, fueron abandonados a una convivencia obligada, a un proceso pionero de trabajos titánicos, de penurias indecibles, de arrojo y debilidades enfrentadas con la implacable entereza de la vida práctica. La polifonía de lenguas en contacto fue tramando un embrollo de disonancias, de amalgamas increíbles y de cruces simbólicos extravagantes que conviven hasta ahora en una misma continuidad. Una vez ordenada la colonización, el centro decidió que la escuela pública vendría a estos raros territorios a alfabetizar en “idioma oficial” como si nuestros/as niños/as hablaran desde sus respectivas familias en perfecto español estándar. Esta cruzada homogeneizadora sin el menor respeto por la diferencia, no sólo alfabetizó a mansalva, sino que el sistema educativo no se hizo cargo del horizonte familiar intercultural en el que los niños/as maman el lenguaje de su hábitat fronterizo. Otra hendidura doliente en nuestra intimidad “almática” provocada por la descalificación de nuestra manera “incorrecta” e “inaceptable” producto de la mera historia que nos prescribieron desde “allá ité…”
Insisto en señalar el continuo de una memoria que registra con parsimonia y buen humor los espasmos de las intervenciones políticas, económicas y sociales, precisamente decididas en otra parte: cuando nos enteramos ya es tarde, o si nos enteramos antes, no hay nada que hacer porque ya está todo planeado. La discontinuidad de las medidas, las órdenes y las contraórdenes, paradójicamente conforman nuestra continuidad. Como dijera el filósofo argentino Inodoro Pereyra, estamos mal pero acostumbrados. Esta costumbre supone una actitud socarrona y desconfiada hacia los acudimientos nacionales de “allá ité…”, puesto que de leeeeeejos ya le estamos viendo la táctica saturada de repetición y barbarie hacia la inteligencia de nuestra dignidad. Tanto los Programas gubernamentales, cuanto los Programas mediáticos de pronto descubren que la frontera existe, que la diversidad y la diferencia están de moda en el primer mundo, que el multiculturalismo y la tolerancia son temas re-onda, que el bilingüismo aborigen y fronterizo resulta sustentable, que hay que asistir (con lecciones, dádivas y registros periodísticos) a esta “pobre gente” que vive en aquellos confines, en tiempo distinto y que habla de ese modo imposible. Nos filman, nos interpelan, nos exhiben con obscena arrogancia y se terminó el problema. Mejor dicho, empieza el negocio: este paquete se vende no sólo en el mercado, sino también entre especialistas de toda índole quienes diseñan infinita cantidad de proyectos que en la primera página nos enseñan el respeto a la diversidad, en la segunda nos indican lo que hay que hacer y en la tercera, figuran director, asesores y expertos (contratados, viajeros viaticantes) que tendrán a bien dirigir nuestra valiosa y sumisa colaboración. Estos documentos civilizadores y políticamente correctos ejercen la decisión desde allá ité (sin omitir el cobro por tales servicios), en una asimetría al menos injusta para nuestras propias incumbencias éticas, políticas y socioculturales.
El fragor de las contradicciones nos ha curado de espanto, de ahí que no resignemos la sonrisa en nuestras estrategias bio-políticas de supervivencia.
(Disponible en: https://www.clarin.com/ideas/monedas-lenguas-bienes_de_consumo-imposible-detectar-poder-central_0_HkHVCGowQx.html)
Metrópoli y provincia
El artículo de Ana Camblong, especialista en semiótica y en alfabetización, toma una peculiaridad lingüística para reflexionar sobre la “exterioridad” que tiene el “interior” para la metrópoli. Insiste, también, en la “arrogancia” con la que las industrias culturales abordan la riqueza de las zonas más alejadas y castigadas del país.
Por Carlos Altamirano. Editado en Revista Ñ, 25/10/2013
No quisiera que simplemente duerma en el archivo de Ñ un artículo de Ana Camblong, “¿Dónde queda allá ité ”?, publicado en mayo de 2006. Autora de valiosos estudios sobre Macedonio Fernández, Ana Camblong enseña e investiga en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones. “¿Dónde queda allá ité?” tiene mucho de sarcasmo y de elaborada rabia. El blanco de su querella era el modo en que se establecen y funcionan en el país las políticas de alfabetización lingüística concebidas desde el centro, la metrópoli. Pero si ése era el objeto inmediato del cuestionamiento, el disparo va más lejos.
La frase allá ité , que reúne un adverbio español de lugar y un “reforzativo” guaraní, es relativa al sitio del sujeto que habla.
Allá lejos (o leeeeeejos ), traducía Camblong, pensando en lectores ajenos al área lingüística del nordeste argentino, donde el castellano es la lengua dominante, pero coexiste y se mezcla con otras en el habla cotidiana, principalmente con el guaraní La sutileza de la enunciación Camblong usa la pregunta sobre la localización de allá ité para definir desde dónde toma la palabra: “Hablo, desde una provincia –Misiones, dice el nombre de antigua resonancia jesuítica– ubicada en los bordes de la cartografía nacional”. En el artículo allá ité no remite sólo a un lugar distante, sino a una situación dentro de una red de relaciones. Para decirlo en las palabras de la autora: “Nosotros estamos allá ité respecto del nodo soberano, una distancia indefinida, variable pero cierta, de los lugares de decisiones políticas, económicas y socioculturales”. El lugar que evoca allá ité varía, pues, pero sobre el fondo de esta dicotomía que preside el artículo.
A diferencia del conocido chamamé de Pocho Roch, “Pueblero de allá ité ”, en el texto de Camblong la frase allá ité , común en el nordeste, no está destinada a evocar un tiempo pasado y dichoso, sino a designar alternativamente los polos de una antítesis, las nociones contrapuestas de una relación en un esquema de dominación. En otros términos: la autora inserta la expresión allá ité en un discurso que no es nostálgico sino crítico y que plantea una fuerte impugnación contra el modo en que se conformó y funciona la Argentina como sociedad nacional. En sus líneas, el allá lejos es a veces la metrópoli, Buenos Aires, donde se halla emplazado el poder y donde se toman las decisiones tanto políticas como económicas y culturales que afectan a la provincia; otras veces allá ité es la provincia, cuya gente debe sobrellevar esas decisiones y que, a su manera, entre descreída e irónica, resiste. Respecto de su periferia, la metrópoli oscila entre la indiferencia y el abuso prescriptivo.
Esta estructura, observa Camblong, tiene una historia que viene de lejos, de los tiempos de la colonia y llega hasta el presente, pero es una historia de repetición. Historia de maniobras, ninguneos, usos y abusos sobre “la soberanía de nuestras existencias provinciales”. El texto concluía con la observación de que investigar, reflexionar, alfabetizar en Misiones no puede soslayar la reflexión sobre lo que involucra ejercer esas actividades en contextos distantes del centro.
Suscribo la intención crítica que alienta el planteo de “¿Dónde queda allá ité ?”, que encierra un duro cuestionamiento a la forma que cobró el desarrollo de la Argentina moderna y a la injusta desigualdad que esa configuración ha producido en nuestro funcionamiento como sociedad nacional. La enorme asimetría de poder y de recursos entre Buenos Aires y el resto del país, sobre todo en relación con lo que hoy se acostumbra a llamar regiones y provincias extra-céntricas, no es sólo un hecho, sino un hecho inaceptable.
Dilemas del discurso antitético. Es cierto que el artículo de Camblong resulta esquemático. El retrato que enfrenta los dos polos, uno dominante, el de la metrópoli, que concentra todo el poder; otro, dominado, el de la provincia, compuesto sólo por personas privadas de recursos y obligadas a soportar el poder exterior, hace de los dos lugares que contrapone conjuntos homogéneos, internamente indiferenciados. El discurso antitético es apto para la protesta y la invectiva, pero su elocuencia simplificadora se presta demasiado al maniqueísmo.
Por somera que sea la descripción de la hegemonía de un área sobre otras, de un centro sobre una periferia, hay que introducir gradaciones. Introducirlas en la representación de cada uno de esos polos, que no son mundos uniformes, y en la relación entre ambos. No por el gusto de matizar, sino para mejorar nuestra comprensión crítica. Ni en la metrópoli hay sólo poderosos ni en la provincia sólo gente simple y postergada, objeto de una manipulación sin fin. La imagen de la región periférica como un conjunto unificado que tiene frente a sí la voluntad dominadora del centro con sus imposiciones tiene el defecto de hacer invisibles las desigualdades internas. Omite a los gobernantes y a los grupos dirigentes locales, y al no tomar en consideración esos poderes domésticos, se los exime de toda responsabilidad social en lo referente a la situación que se critica. Como si se les entregara una dispensa.
En suma, habría que revisar la comunidad imaginaria que encierra el “Nosotros estamos allá ité …”, así como la historia evocada, que de la colonia al presente deja intacto un fondo inmóvil, pese a los cambios.
El valor de la libertad en la relación asimétrica del esquema metrópoli/provincia los actores involucrados tienen diferentes grados de libertad y quien tiene más poder cuenta con más libertad. Pero salvo que se elijan los casos extremos, ninguno está desprovisto de todo recurso y de todo poder. El esquema excesivamente reductor no nos ayuda a concebir otros comportamientos que los tradicionales, esos que se cumplen porque siempre ha sido así. ¿Valdría la pena el esfuerzo que tantas personas como Ana Camblong llevan adelante en sus provincias, si no se imaginara que las cosas pueden ser de otro modo?.
(Disponible en: https://www.clarin.com/ideas/centro-periferia-metropoli-provincia_0_S1n4apziw7e.html)
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